martes, mayo 10, 2005

"SECUESTRO" y "MI MEJOR ENEMIGO": Cine de acción a la chilena

He aquí dos peliculas que retoman los primeros pasos dados por Gustavo Graef Marino en 1993, con "Johnny Cien Pesos": hacer que esta industria camine a punta de balazos. A mi parecer, ambas son fallidas y ambas exitosas. No dan ni para el entusiasmo ni para la depresión. No vuelan alto, planean. Son películas con conciencia de industria, y curiosamente, las dos fallan en construir sus personajes: los de "Mi mejor enemigo" son empáticos pero vacíos de historia; los de "Secuestro" son más complejos, pero todos carecen de empatía. Mayor curiosidad me da cómo han sido catalogadas por los medios. Esta es la nota que salió hoy en EL MERCURIO:

Buen debut. "Mi mejor enemigo", el segundo largometraje de Álex Bowen, fue visto por 14.947 espectadores en su fin de semana de estreno: desde el jueves 5 y con 28 copias. Es un buen número, pero no es para entusiasmarse. Bowen dice: "Honestamente, soy tan ignorante en la materia, que me han guiado mis distribuidores para saber si es un buen o mal número. Yo estoy feliz de hacer esa cantidad con el día de la madre entremedio".

En rigor, "Mi mejor enemigo", protagonizada por Felipe Braun (en la foto), es el mejor estreno local de 2005. En su primer fin de semana, "Secuestro" llevó 11.727 con 40 copias, y "La última luna", 3.103 en 9 salas. Igual está lejos de otros filmes como "Mujeres infieles", que en 2004 en igual período vendió 17.476 boletos.


La de Bowen tuvo "buen debut", mientras que la de Lira fue considerada hace una semana como "un fracaso", sin contar que ambas tuvieron una diferencia de apenas 3 mil espectadores. Con eso en mente, ¿hacia dónde va el cine industrial en Chile?

"Secuestro" de Gonzalo Lira: Conocí personalmente a Gonzalo Lira hace un par de semanas. Quizás decir esto a priori no tenga mucha relevancia para enteder su película, pero luego de verla me doy cuenta que sí. "Secuestro" es una película mucho más personal de lo que me esperaba. Para poder explicar este punto quizás deba explicar un par de cosas sobre Gonzalo Lira. Primero, debido a su fama de escritor con vocación de best seller en EE.UU., Lira es el tipo más odiado entre sus pares en el mundo audiovisual chileno. Es el aparecido, el cuico, el que habla con acento raro y usa gorrita de beisbol. Lira no encaja. Y está conciente de ello. Es incluso más odiado que Fuguet, lo que ya es mucho decir. No sé ni me interesan qué razones puede haber para esa animadversión, pero tal como magistralmente lo retrata Francisco Aravena en su artículo en la revista El Sábado, quizás como consecuencia de ello, o debido a ello, Lira es un solitario. Estuve en su departamento (conversé con él para una nota sobre las películas de este año que hice para Revista Paula, que luego tijeretearon con torpeza... y en la que dejaron fuera precisamente a Gonzalo Lira). El tipo vive en un magnífico departamento en el último piso de un edificio que mira hacía la avenida Kennedy. El departamento aparece varias veces en la película: Paola Falcone se asoma por el balcón, y los intrigantes tres cuadros con códigos de barra que cierran la película están en el depto de Lira, y corresponden precisamnete a los códigos de barras de sus tres libros publicados. Ahora, cuando hablo de que "Secuestro" es una película personal no me refiero a balcones ni códigos de barras. Me refiero más bien a que Lira de verdad me parece estar hablando de cosas que conoce. De hecho, para mí la película funciona, está a años luz de otros estrenos nacionales como "Gente decente" y "Mujeres infieles", tiene un ritmo incesante, y está hecha con precisión. Los problemas parten cuando uno comienza a preguntarse por qué si el tema es interesante y no está mal actuada (hasta Zabaleta salva la plata), por qué no levanta vuelo... por qué no es la "9 Reinas" chilena. Y la razón principal es que es una película fría. Es el aluminio en el ala de un avión. Sofisticada y brillante, pero algo vacía de vida. Y esto se debe no a que Lira sea un tipo vacío de vida (más bien me pareció lo contrario), sino porque con esta, su primera película, comete el error más viejo entre los directores debutantes, un error casi de estudiante de cine: su personaje principal es un tipo que él odia. Un asqueroso tiburón del mundo de los negocios (interpretado por Fernando Kliche), un cuico sin sentimientos, que denigra a su hija, a su esposa y su ex esposa. De hecho, de acuerdo a la nota de Aravena, este personaje representa para Lira todo lo que no quiere ser, es el "Lira malo". Por supuesto, es muy dificil poner de pie una película con un personaje tan desagradable como motor de la aventura. Quizás por ello, luego la trama se enfoca en la pareja del secuestrador y la secuestrada. Pero él es un papanatas (nos dicen luego que fue el único de la banda que violaron en la cárcel), y ella una interesante y bellisima chica mala, dominante y malcriada, que gusta por su lado negro, pero que tampoco sirve para empatizar. De hecho, el único personaje empático de la película es el de Paola Falcone (que para sorpresa de todo Chile prejuicioso, hace un personaje medido, y a mi parecer, notable), pero la cámara toma su punto de vista en los últimos minutos de la película, cuando ya es demasiado tarde, cuando ya nos perdimos. "Secuestro" es de esas películas que dan ganas de agarrarse, pero no hay de donde, ante la cual lo único que queda es disfrutar de lo que sí sabe filmar Lira, y que es tan importante para el cine de género: el procedimiento. La entrega de la plata, la espera de los secuestradores, la pasada del supermercado están tensa y ajustadas, gracias a la excelente música de un grupo tan ecuanime como los Tobar-Vigliensoni-Bitman, y muy a pesar de lo peor de la película: unos extras que no saben ser extras y parecieran caminar con la cámara quemándoles la cabeza. Curiosamente, y esto ya puede ser leido con distancia, me pareció que el personaje de la secuestradora mayor, el de Valentina Pollarolo, es un poco cómo Lira ve a los cineastas chilenos: unos detestables parásitos que viven de la universidad, que tratan de hacer pasar a sus alumnos (espectadores) su pensamiento seudo marxista, pero que en el fondo lo único que quieren es plata. Esa oscuridad presente, pero mal direccionada, es parte de las gracias y desgracias de "Secuestro".

"Mi mejor enemigo" de Alex Bowen: Si uno decide hacer una película de personajes, y luego no desarrolla esos personajes, es muy difícil salir bien parado. Alex Bowen curiosamente salva el escollo, pero de la misma forma que los soldados de su película: no da la pelea, no entra a la guerra. "Mi mejor enemigo" ni emociona demasiado, ni logra embarcarnos demasiado en la aventura. Es una película Cheyre: correcta, profundamente institucional, y hasta tiene una posición política neutra, no deliberante, como corresponde a unas Fuerzas Armadas profesionales. Aún así, y esta es la gracia de Bowen, logra tener una película después de todo esto. Pero cojea. Las razones para que cojee están en que Bowen anuncia desde el comienzo una película de honduras humanas, pero nunca llegan. No sabemos nunca qué clase de personas son estos pelaos, ni ellos se diferencian demasiado de sus superiores. De hecho, ningún personaje se diferencia demasiado uno del otro. Al parecer, son todos leves variaciones del mismo personaje: uno un poco más facho, uno un poco más ingenuo, uno un poco más romántico, aunque, eso sí, NINGUNO COBARDE (como le gustaría a Cheyre). Estos seres sin pasado, como caídos de una nave espacial en medio de la pampa, pueden caernos simpáticos, pero son tan unidimensionales que exigen cierta cuota de patriotismo al espectador poder ingresar a la película. Esta sensación queda reforzada con la aparición del pelotón argentino en la historia; son tan unidimensionales como los chilenos, y nos bastan un par de planos y frases al aire para conocerlos. Es en ese momento en que la película se pone plana como la pampa, con una decena de personajes esperando que transcurran los días, como pasajeros de una micro que todavía no pasa. Es curioso que la película sobreviva hasta el final, y quizás eso se deba por la cuidada elección del anecdotario (Bowen entrevistó a veteranos de 1978 para construir el guión), por el siempre preciso ritmo de montaje de Danielle Fillios, por la fotografía a lo "Band of brothers" en unos parajes privilegiados. Pero a no engañarse: todas estan son muletas para llegar a la meta, cuando la meta no está lejos. Ahora depende de Bowen ponerse mayores desafíos para que sus películas envejezcan con elegancia.

2 comentarios:

Gonzalo Maza dijo...

Este es artículo de Francisco Aravena publicado en la Revista El Sábado de este semana.

sábado 7 de mayo de 2005

Gonzalo Lira, director de "Secuestro"

El solitario

La "clase intelectual" mundial es "una tropa de imbéciles". Los cineastas chilenos "no saben nada de cine". Los fondos estatales para el cine son plata mal gastada y "una vergüenza". Los conocidos son muchos; los amigos, muy pocos. Y todo esto tiene una explicación tras el prisma de Gonzalo Lira, novelista exitoso, cineasta debutante (y por el momento no tan exitoso), hombre en búsqueda.

Por Francisco Aravena F.
Foto: Juan Ernesto Jaeger

Gonzalo Lira tiene una excelente vista. Al Club de Golf Los Leones, a la cresta de los edificios que enmarcan una ciudad casi tan perfecta como el impoluto Santiago de su película Secuestro. Su departamento ocupa el último piso de un edificio no-nuevo en Kennedy, justo en la ribera del río de autos que desemboca en la rotonda Pérez Zujovic. "¿Sabes cuánto me costó?", pregunta ante el obvio elogio. "Lo mismo que un departamento en un segundo piso en Providencia", se contesta. "No es muy cotizado porque no es nuevo". Dice que el mismo corredor de propiedades no se lo recomendó. "Ése es el problema en este país: no nos fijamos en las cosas como son, sino en lo que el resto dice de ellas".

Y así, sin más introducción, uno entra en el universo Lira. Un universo donde "este país" tiene sus defectos, pero muchas oportunidades; donde pedir fondos estatales para hacer una película es inmoral y ser pobre no es lo mismo que carecer de dinero. En el universo Lira los que valen son quienes hacen su trabajo, el cine de autor no existe y Jean Paul Sartre es un ser repudiable. El universo Lira está lleno de conocidos, pero casi no hay amigos, y el ideal romántico del amor definitivo es algo serio.

En el universo Lira, como en Hollywood, mandan los productores. Y Lira, que disfrutó dirigir su primer largometraje y piensa seguir dirigiendo, es principalmente un productor. Su productor. "Lo que yo quiero vivir es básicamente una vida donde voy de reunión en reunión y todo se hizo", explica. "Porque eso significa que estoy rodeado de gente completamente competente".

Gonzalo Lira produjo Secuestro y los malos resultados de la película en la taquilla nacional las primeras semanas ­se estrenó con 40 copias, un récord en el cine nacional, y al cabo de dos semanas lleva poco más de 26 mil espectadores- le dan un ejemplo para aplicar lo que dijo a propósito del precio de su departamento: "Eso nos pasó con el marketing de la película. Nosotros nos confiamos en la reputación de alguien", dice en relación al publicista Martín Subercaseaux, quien a la cabeza de la agencia BBDO fue el encargado de esa tarea. "¿La persona hizo su trabajo? No. Entonces su reputación no vale mucho", concluye, categórico.

Subercaseaux no quiso referirse a su cliente. Javier Peralta, como representante de la agencia Nexos, encargada de las comunicaciones de la película, sostiene que "en Secuestro se hizo un inversión publicitaria considerable, mayor a la de muchas otras producciones nacionales (como por ejemplo, Machuca). En términos de GRP (Gross Rating Points) ­medición de puntos de rating­ la campaña de Secuestro tuvo la mayor exposición en televisión del cine chileno".

Lira es duro en sus juicios y, a decir de algunas personas, a veces en su trato: periodistas de El Mercurio lo acusan de haber amenazado telefónicamente a uno de los profesionales ­"¿quieres seguir teniendo una carrera?"­ y de no haber querido mostrar Secuestro a tiempo para que la crítica saliera en "Wikén". Lira, quien se ha sentido maltratado por este diario, dice que no hizo amenazas, que sólo advirtió que Películas Metropolitanas ­su compañía, que pretende ser un estudio cinematográfico más que una productora­ "va a estar dando vueltas por mucho tiempo" y que no les interesaba tener una relación con gente que tiene una "mala actitud"; y que la película sencillamente no la tenía antes para dar "trato especial" a ninguna publicación. "El tema me irrita", reconoce Lira. "Pero al fin y al cabo, ¿qué importa?", se pregunta. Y, como cada vez que lanza una pregunta, responde ni bien cierra el signo de interrogación: "No quiero denigrar tu trabajo", se excusa conmigo. "Pero en cierta forma (los artículos de prensa) no valen nada en términos reales", reflexiona. "A la larga, la gente que es honesta me va a conocer por lo que soy y lo que he hecho".

¿Quién es Gonzalo Lira? La respuesta es fácil si, como él postula, un hombre es su trabajo: Lira es un escritor que desarrolló su carrera en Estados Unidos, país donde nació, y donde fue guionista, en Hollywood, aunque nunca se ha producido una película suya ("que al fin y al cabo es lo que vale", reconoce). Su trabajo fue corregir guiones. En 1996 su nombre llegó a la prensa chilena asociado a la bella cifra de un millón de dólares, que fue lo que la editorial Putnam le pagó por su primera novela en inglés, Counterparts, sobre agentes de la CIA y el FBI. "Durante este año voy a hacer un cortometraje porque quiero ver si me interesa o no el cine", comentó por ese entonces en una entrevista en "Zona de Contacto". Luego Lira cambió la capital de la fábrica de sueños por la capital del mundo real y se fue a Nueva York, donde ganó dinero como guionista de videojuegos y escribió su nueva novela, también sobre la CIA: Acrobat, cuyos derechos cinematográficos vendió al estudio Miramax. Entremedio, en 1997, publicó en Chile la novela que nadie quiso publicarle antes del millón de dólares: Tomáh Errázurih, que escribió a los 22 años, antes de decidir irse a estudiar a su país natal. En 2002, después de un año sabático en el que recorrió Norteamérica desde Alaska hasta Texas, Lira aterrizó en Chile con el plan de convertirse en director y, por supuesto, productor cinematográfico. Y produjo y dirigió Secuestro, una película sobre un arrogante empresario, su disfuncional hija y el entuerto por rescatarla de una banda que la ha secuestrado.

Si lo que define a un hombre es, además, su biografía, entonces la respuesta tiene más estaciones. Parte en Los Angeles, donde los padres de Lira estaban viviendo ­su padre estudiaba ingeniería­ cuando Gonzalo Lira nació, hace 37 años. Aprendió a hablar en inglés, destacó en matemáticas, asumió a regañadientes que era malo para los deportes y volvió a Santiago con su familia cuando era un adolescente. Salió del Saint George's ­a Lira no le gustó Machuca­ y en dos años se matriculó en ingeniería comercial en dos universidades: Adolfo Ibáñez y U. de Chile. Cuenta que lo echaron de ambas. "Porque era muy flojo", dice. Como el que no estudia, trabaja, Lira se dedicó a hacer algo que le salía fácil: enseñar inglés, al tiempo que comenzaba a escribir. Cuando su novela Tomáh Errázurih recibió sucesivos "no" y cuando se dio cuenta de que como profesor de inglés no había mucho más, decidió irse a estudiar al Dartmouth College, en New Hampshire.

Fue un mal año para llegar a una universidad estadounidense. Lira llegó a Dartmouth para estudiar Filosofía e Historia en un momento en que en Estados Unidos se desataba la histeria moralista y la ola de denuncias relativas al acoso sexual que siguió al bullado caso de la abogada Anita Hill, quien en 1991 denunció que el juez Clarence Thomas, nominado por el Presidente Bush (padre) para ser juez de la Corte Suprema, la había acosado. El caso desató una ola de denuncias en todas las instituciones, universidades incluidas. En 1991 las denuncias por acoso sexual en Estados Unidos. fueron seis mil 127. La cifra se disparó a 15 mil 342 en cinco años. En ese mismo período, Lira, en su primer año en Dartmouth, fue acusado de acoso por una compañera. El caso sólo llegó hasta un comité de disciplina universitario, que encontró a Lira inocente del acoso pero culpable de haber realizado avances no solicitados, por lo que fue suspendido. Lira no quiere discutir el caso públicamente; explica que ya lo dejó atrás y que no tiene ninguna relevancia en su vida actual. A su favor habla el hecho de que la denuncia nunca alcanzó esferas legales y que pudo continuar sus estudios e incluso graduarse con honores con su misma generación, en 1995. "Como experiencia de vida, fue súper interesante", concede. "Pero de la misma forma que ser atropellado por un camión es súper interesante".

Lira dice que el incidente no tuvo consecuencias en su vida, pero socialmente al menos sí las tuvo durante su período universitario, según él mismo escribió en una columna del "The Dartmouth Review" ­periódico universitario donde frecuentemente escribía­ poco antes de graduarse. La columna se titulaba "My education at Dartmouth" y en ella Lira planteaba que lo principal que aprendió en la universidad fue sobre hipocresía: sus compañeros, que profesaban que todos merecían una segunda oportunidad, no lo aceptaron de vuelta. "Se esparcieron rumores muy feos", escribió Lira, agregando que sólo unos pocos le tendieron una mano. "Llegas a un punto en el que no te importa mucho que te desprecien. Llegas a un punto en el que no te importa que te eviten en la calle", continuaba más adelante. "Es fácil", reflexionaba en su columna, "y es divertido apoyar causas en las que todo el mundo está de acuerdo. ¿Homófobos? ¿Racistas? ¿Sexistas? ¿Elitistas? ¡Atrapémoslos! Sí, es divertido y fácil ser parte de la pandilla de Peter Pan, desenvainando los sables y flechas contra un malvado, distante y tal vez incluso imaginario Capitán Garfio. Pero cuando ellos se enfrentan a alguien que dicen que deberían aceptar o por lo menos tratar de entender, la gente de Dartmouth sale corriendo".

De Dartmouth, sin embargo, son las dos únicas personas que Gonzalo Lira menciona como amigas, a diferencia de los muchos "conocidos" que tiene. Son dos amigas, no
ex pololas. "Aunque con mis ex siempre terminé bien, salvo con una, que me rompió el corazón", confidencia luego. También tuvo un amigo en Dartmouth. Pero Anthony Lightfoot se suicidó en enero de 1996, en Seattle. "Yo lo quería mucho. Lamentablemente no lo pude ayudar", comenta Lira. "A mí me dio mucha rabia en ese minuto, porque me di cuenta entonces de lo que sé ahora: que todos los problemas que tenía eran pasajeros".

Tras su graduación ­ceremonia en la que el invitado de honor fue el Presidente Clinton­, Lira partió de vacaciones con su madre y su hermana a Disneyworld, el reino de la fantasía. De ahí tomaría el avión para llegar a la fábrica de los sueños. A Hollywood llegó con dos mil 200 dólares y una lista de agentes a los cuales ofrecer su trabajo.

Si un hombre se define por lo que no quiere ser, Lira ofrece una respuesta en pantalla gigante. Él no quiere ser como el protagonista de Secuestro. El personaje se llama Guillermo Ruiz-Tagle. Lira lo llama "el Lira malo". Por eso el personaje ocupa el auto, la corbata, el jockey y la decoración del departamento del verdadero Lira, aunque el director dice que nunca le confidenció esa conexión al actor que lo interpretó, Fernando Kliche, "para no condicionarlo". "Guillermo es mi pesadilla de lo que podría llegar a ser en 20 años más, si empiezo a utilizar a la gente como medios para fines, en lugar de fines en sí", resume.

Tal vez sea mejor definir a Lira como un solitario. Un hombre que no sólo no tiene referentes sociales, de grupo, sino que ha llegado a despreciarlos. Los cineastas chilenos, por ejemplo. Él encuentra que no saben de cine. "No les importa el cine, no han visto nada, salvo Nicolás López (Promedio rojo), que me cae pésimo, y probablemente yo le caigo mal a él", dice. "Siento que hay un gran deseo de muchos realizadores de que todo el mundo piense que ellos son muy inteligentes", comenta. "No sé a quién están tratando de impresionar".

Lira, que financió Secuestro con capitales privados que levantó tras embarcar en el proyecto a la consultora LarraínVial, sostiene que los fondos estatales para el cine son "una vergüenza". "Con 50 millones de pesos les das a 500 niños una educación cultural atómica", dice. "Pero no. Hay que darles plata a unos cineastas para que hagan películas sobre la realidad chilena. Unos gallos de los barrios altos que hagan una película sobre la gente pobre. Pero dejar que la gente pobre sea culturalmente ignorante", sentencia, y continúa: "Si esta película (Secuestro) se va al hoyo, si es un fracaso total, unos hombres muy ricos van a ser levemente menos ricos. Y se les va a pasar". Él sostiene, en todo caso, que su película no ha fracasado, porque fue hecha pensando en el mercado internacional.

Gonzalo Lira pretende seguir haciendo lo que ha empezado a hacer: levantar un estudio cinematográfico. Está más seguro de querer hacer películas que de querer escribir más novelas. "El impacto de una novela sobre una persona no se compara con una película", dice, tirándose atrás en el sillón, como entregándose a la evidencia.

Le pregunto si nunca una novela le cambió la vida y él contesta que sí, por supuesto, y entrega una pieza que faltaba para entender su rompecabezas: nombra a Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn, que leyó a los 16 años. "Me cambió radicalmente la vida", dice enfático. "Me abrió mi visión de mundo. Y fue el principio del fin de mi respeto por la clase intelectual. Ahora no tengo ningún respeto por ella. Los encuentro una tropa de imbéciles".

Al leer sobre las atrocidades de Stalin y sobre la historia soviética, Lira dice que no pudo entender por qué la "clase intelectual" había históricamente relativizado sus juicios sobre el comunismo. "Yo había sido educado, socializado, para creer que todos los anticomunistas eran unos fascistas encubiertos, gente mala, perversa, estúpida y todo lo demás. Y que los soviéticos eran simplemente otro estilo de vida, así como, qué sé yo, como alguna gente es vegetariana", explica. "El concepto de leninismo, de que el partido tuviese la vanguardia de la sociedad, era básicamente un concepto elitista, una aristocracia no por nacimiento, sino por pertenencia a un grupo social intelectual", explica. "Empecé a llegar a la conclusión de que de repente el grupo intelectual promulgaba este concepto de revolución como un mecanismo de alcanzar el poder".

Lira ­un hombre ilustrado cuyas explicaciones sobre cualquier asunto están repletas de alusiones históricas, filosóficas, literarias y, por supuesto, cinematográficas­ siente que por naturaleza debería pertenecer a la "clase intelectual". Pero no le perdona las incongruencias respecto de las dictaduras comunistas. No perdona a Sartre ni a Chomsky ni a nadie por el estilo.

Quizás Lira es un solitario porque se ha quedado huérfano de referentes. Y mientras encuentre uno ­y parece más probable que antes que eso lo cree­ le importa un rábano lo que el resto piense de él. Incluido al autor de estas líneas. "Lo que pienses de mí afectará cómo me pones en tu artículo, pero la verdad es que me da lo mismo. Si tú vas caminando por la calle, ¿crees que yo voy a pensar qué piensas de mí? ¿Crees que me importa? ¿Por qué me tendría que importar? ¿Soy tan inseguro que mi autovalor depende de lo que otros piensen de mí?".

Tal vez sea mejor definir a Lira como un solitario. Un hombre que no sólo no tiene referentes sociales, sino que ha llegado a despreciarlos.

Francisco Aravena F.

Isabel dijo...

Como no tengo posibilidad de ver éstas en Montreal, me puedes decir si la de Bowen te pareció mejor, peor o igual a Campo Minado?
Also, están dando Machuca en un cine comercial acá (hurra!) así que por fin la pude ver. Y vi a la Carmen Luz corriendo en la marcha de las minas cuicas??