“El aviador”
Scorsese contra Scorsese
Martín Scorsese ha decidido hacer una nueva película. Es una biografía sobre la figura del magnate más demente, atormentado, visionario, emprendedor y mafioso del siglo XX: Howard Hughes. No es que las biografías sean algo desconocido para el director: este es su vigésimo largometraje de ficción en 40 años de carrera, y aunque oficialmente su única otra biografía es sobre la vida del boxeador Jake LaMotta en “Toro salvaje” (1980), buena parte de sus otras películas son vívidos retratos de desenfrenados mafiosos (“Buenos Muchachos”), apostadores (“Casino”, “El color del dinero”), enfermeros (“Vidas al límite”), taxistas (“Taxi driver”), artistas aspirantes (“Alicia ya no vive aquí”, “New York, New York”, “El rey de la comedia”), pandilleros (“Calles peligrosas”, “Pandillas de Nueva York”), asaltantes (“Boxcar Berta”), y una figura bíblica (“La última tentación de Cristo”). Es decir, convengamos esto: los torrentes de pasión fluyen por las películas de Scorsese, y habitualmente eso conlleva una pesada carga moral para sus personajes, atormentados por culpas, ansiedades, presiones sociales y sus propias ambiciones.
Dicho esto, es inevitable colegir su figura mayor dentro del cine norteamericano de los últimos 50 años, su influencia en cineastas más jóvenes (Paul Thomas Anderson, el más claro) y el legado de una figura arquetípica: el personaje scorsesiano, trágico, musculoso y acelerado. Más aún, como artista, Scorsese es asiduo a las búsquedas formales: sus últimos trabajos para televisión sobre el cine y el blues, a medio camino entre el tributo y la vocalización de su propia estética, han completado su figura, e incluso, la han encerrado paulatinamente en el atrapante universo del maestro bien vestido, certero, satisfecho.
He ahí la razón de la noticia: Martín Scorsese ha decidido hacer otra película. Pero, a diferencia de sus anteriores, no pareciera tener mucho que explorar. “El aviador” enciende la alarma cinéfila: es la primera película Scorsese sobre el cine de Scorsese. Es la fagocitación de su talento, el plagio de sus propios planos, la reiteración de sus recursos. Es abismante y muy sospechosa la adecuación que hace Scorsese de la figura de Howard Hughes para que sea un miembro más del ramillete de sus personajes scorsesianos. Más alarmante aún en “El aviador” es su narración desapasionada, la pobre construcción de personajes secundarios, el recorte biográfico para que quepa en el figura mítica.Howard Hughes, millonario despilfarrador, entusiasta del cine y los aviones, obsesivo compulsivo, playboy asexuado, es un personaje scorsesiano antes de que el director haya decidido hacer una pelìcula sobre él. Recordemos: si nos presentaron a los mafiosos de “Buenos Muchachos” como dueños del mundo... ¿qué se puede esperar de uno que efectivamente lo fue? Lamentablemente, las dimensiones del personaje Hughes sobrepasan los de la elícula. Más aún si consideramos aquello que Scorsese deja de lado: sus relaciones de Hughes con la CIA, su anticastrismo, los turbios negocios en los que fue parte.
Scorsese soslaya estos datos, nunca mira de frente a su personaje: se mide a su lado. Lo maquilla para sus propios propósitos, lo engalana para su cine mezquino. Da miedo pensar en el agravamiento de estos vicios. Scorsese simpatiza con Hughes en su fetichismo: el millonario idolatra sus aviones como el director idolatra sus películas. Y eso da mala espina: que un cineasta talentoso en el retrato de oscuridad humana se obnubile con el tamaño de sus obras no promete ningún futuro.
Gonzalo Maza“The aviator”. EE.UU. 2004. 166 minutos. Mayores de 14 años.
jueves, febrero 17, 2005
"EL AVIADOR" / Wikén
Este es el comentario que aparece de la última de Scorsese en el "Wikén" de esta semana... -GM
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