Con eso en mente, y debo admitir, deseoso de alguna esperanza, esta noche fui a ver "Entre copas" ("Sideways", 124 minutos), la última película de Alexander Payne. Digamos que entrar al cine muy esperanzado no es la mejor forma de ver una película, y uno suele salir derrotado de esas funciones. Pero el hijo de puta de Payne demuestra que sus fortalezas residen precisamente en sus inquietudes, y entrega, a mi parecer, una de las mejores películas que he visto en los últimos años. Y eso que no tiene pretensión alguna de deslumbrar a nadie.
La historia es simple, casi inexistente. Dos amigos salen de viaje. Toman el auto para recorrer por algunos días los viñedos de la zona de Santa Barbara, en el Estado de California. El de la idea es de Miles (Paul Giamatti, el sobrepasado calvo de "Esplendor americano"), un depresivo profesor de escuela, asiduo gourmet y catador de vinos principiante, que entusiasma a Jack (Thomas Haden Church, semi-conocido hace unos años por una sitcom del cable excelente y de corta vida llamada "Ned & Stacy"), a quien conoce desde que compartieron pieza en la universidad. En el camino, nos damos cuenta que Jack, listo para casarse a la vuelta del viaje, tiene poco interés en los mostos y su agenda está en 1) darse un buen polvo antes de contraer nupcias y 2) de paso, que su amigo logre lo mismo y salga de dos años de depresión después de un divorcio.
Por supuesto, los acontecimientos dentro de la película de Payne están mejor contados que en esta sinopsis. Se van desprendiendo con elegante desenfado, aunque nada haya de elegante en la prosaica aventura que emprenden. La condición de perdedor de Miles es potencial: ha escrito una novela y, mientras viaja, está a la espera de que una pequeña editorial independiente se decida a publicarla. La frescura de Jack, por otro lado, es natural y bien intencionada: es actor de comerciales, con ambiciones a medio camino y es un buen amigo.
Pero quizás lo más inquietante de las capacidades narrativas de Payne (intuitivas en "La ciudadana Ruth", perfectas en "Elección", persuasivas en "Las confesiones de Schmidt") es que sean impredecibles y, muy a su pesar, inspiradas. Los primeros 20 minutos de "Entre copas" parecen feos, casi filmados con descaro y obviedad televisiva. Casi burlándose del decálogo de guionismo de Robert McKee que tanto daño le ha hecho al cine, en estos minutos no pasa nada y sus personajes parecen estar vacíos. Pero la paciencia ofrece recompensas tanto en la vida como en el cine, y la experiencia de encontrarse con Miles, Jack y las chicas que se tropiezan en su camino, dan la razón a los enólogos: los buenas cepas no son aquellas que más envejecen, sino aquellas que se beben en el momento justo.
Este es el momento justo para que Alexander Payne gane el Oscar. "Entre copas" es la mejor de las nominadas. Lo lamentable del asunto es que no lo va a ganar, y más lamentable sería que lo gane en unos años más, cuando esté haciendo el tipo de películas que hacen Eastwood y Scorsese hoy en día.
1 comentario:
Christian Ramirez hace un paralelo entre Payne/Taylor y Blake Edwards en el Artes y Letras de hoy, respecto a los "desequilibrios del hombre californiano" que retratan en sus películas. Buen punto. Aunque la recepción de Ramírez es más bien fría con la película.
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